Hoy quiero hablarles de un libro llamado El Nombre de las Cosas, por Fernando Beltrán, de oficio poeta y nombrador. Hablamos de palabras, de palabras importantes, de palabras poderosas; y hablamos de alguien que, sin ser diseñador, se ha labrado el respeto y admiración del entorno profesional. Fernando Beltrán se dedica desde hace ya muchos años a buscar nombres comerciales. Por ejemplo, seguro que se acuerdan de aquellos años en los que todo operador móvil tendía a llamarse mmmm-fone, o movi-mmmm, donde irrumpió y cambió las reglas del juego aquel soplo de aire fresco que fue Amena; sí todavía la musiquilla nos recorre el cerebro, pues es uno de los Nombres que han salido de El Nombre de las Cosas, que es la empresa de Beltrán. O, por poner otro ejemplo, ¿se acuerdan del Parque Biológico de Madrid? ¿No? Claro que no, era un nombre soso, y un espacio desconocido hasta que pasó a llamarse Faunia… ahora sí ¿verdad?
Nombres excelentes como La Casa Encendida, Free-Damm para una cerveza sin alcohol, y tantos otros pasan por este libro que debo recomendar más allá de su relación con el diseño sensato que defiendo; lo recomiendo especialmente porque me ha tocado, me ha emocionado. No es un manual sobre comunicación, ni una revisión ombligista de sus mejores trabajos… sino un relato de alguien que, sencillamente, no se veía haciendo ninguna otra cosa. No es ni siquiera un relato heróico, sino real que nos invita a compartir las mieles y las miserias de un oficio que ha tenido que inventarse a si mismo.
Vivimos todavía, en esta moderna sociedad que nos rodea, un asombroso déficit de atención a los nombres. Todavía no se comprende que un buen nombre es obligatorio hoy en día para optar al éxito, así como un buen Logotipo. Es una jungla ahí fuera, y no podemos dejar ningún elemento de comunicación al azar; nuestros competidores no lo harán, se lo aseguro. Y, frente a este despiadado entorno, alguien como Fernando Beltrán, capaz de conjugar las más puras necesidades comerciales, con poesía, palabras pausadas y concepto absolutamente evocadores. Un oficio desconocido, pero que, en palabras de Gabriel García Márquez nos remite a ese momento mágico en el que “El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo”.
Señalado así queda, El Nombre del Las Cosas, Fernando Beltrán, y una columna de Oyer Corazón para Radio 5 Todo Noticias.
Columna emitida en Mayo de 2012. Puedes escuchar esta columna en la página de RTVE a la Carta.
Links:
El Estudio de Fernando Beltrán, El Nombre de las Cosas.
El propio libro, en la editorial Conecta, tras la que aparecen esas tres palabras mágicas: Random House Mondadori
Otros post en este blog que, de alguna manera, tienen que ver con el asunto del Naming (palabra que Fernando Beltrán, detesta, por cierto):
La importancia de llamarse
¿pre-casas pre-fabricadas?
El lenguaje de Apple
Namings y Feriantes